Entrevista a Paulo Coelho (resumen)
Cuando un escritor de fama organiza una sesión de firmas, los lectores le presentan los libros para que estampe su rúbrica pero a Paulo Coelho , además le llevan flores, cartas y objetos de valor simbólico para quienes le hacen el obsequio. Hace unos días, en Fátima, le regalaron una piedra. Es un ejemplo de la comunicación tan especial que establece con sus lectores este autor brasileño que en su juventud ejerció de periodista, profesor teatral, ejecutivo de una compañía discográfica y letrista de canciones, que conoció la cárcel y el siquiatrico y descubrió su verdadera vocación tras hacer el camino de Santiago .
-Sus libros, donde subyace la espiritualidad, son leídos por millones, pero luego en la calle se ve a personas que sólo aspiran a ganar más, consumir en mayor cantidad, triunfar... ¿No es una contradicción?
-No escribo exactamente sobre espiritualidad, sino sobre el ser humano. Puedo escribir sobre la prostitución, en Once minutos; sobre un escritor, en El Zahir; una leyenda, como en El alquimista; o la locura, como en Veronika decide morir... Escribo sobre las cuestiones humanas, y no sobre las respuestas a estas cuestiones. Yo no soy quién para juzgar a las personas. Cuando escribo lo hago para cambiarme a mí mismo. La manera en que un libro toca a una persona es distinta a como lo hace con otra. El poder del libro es que el lector está convocado a utilizar su propia imaginación para llenar los espacios vacíos. No intento dar respuestas, sino hacer buenas preguntas.
Una nueva percepción
-¿Qué sitio hay en la sociedad actual para la intuición, para la magia, para todo aquello que no es lo más prosaico de la vida?
- Muy grande, cada vez más grande. Magia, no lo sé; pero sí mucha intuición , una nueva percepción del mundo que lleva a valorar lo que se debe valorar (la amistad, el tiempo, el espacio, el sitio donde estás, la naturaleza, las cosas simples de vida) y a la vez saber que la tecnología ayuda muchísimo a llenar algunas cosas. Hay mucho espacio si uno tiene los ojos abiertos, y poco si uno cree que ya lo sabe todo, que todo está arreglado. Esto último es una tontería porque nadie sabe lo que le va a pasar mañana.
-¿Sería su obra como es si durante la primera etapa de su vida no hubiese desempeñado oficios muy diversos y vivido aventuras y experiencias al límite?
-Ya lo decía Ortega, 'yo soy yo y mi circunstancia'. No viví otra cosa, así que no lo sé. Yo siempre tuve la idea de vivir intensamente, con conciencia de la muerte, de que puedo morir mañana...
-Usted se ha convertido para muchos lectores en algo más que un novelista o un escritor. Es también casi como un guía . ¿Siente una responsabilidad especial por ello?
-Yo no sé si hay gente que me ve así, como usted dice. Ahora bien, todos tenemos una responsabilidad. La mía es poner lo mejor de mí mismo en mis libros y a partir de ahí, ni puedo ni quiero ni debo controlar la manera en que cada lector interpreta lo que digo en ellos. Eso sería un error.
-¿El viaje siempre es más importante que el destino?
-El destino es importante. Siempre hay que saber adónde se va. Si se hace el camino de Santiago hay que saber dónde está Santiago. Ese conocimiento ayuda a organizar el camino, pero es el viaje lo que se disfruta. Cuando llegas, estás cansado y ya se ha terminado el recorrido. Hay que saber combinar el rigor, que está representado por conocer el destino, con la pasión, que es el camino, la alegría.
-¿Para merecer el título de persona, de ser humano, hay que ser, siguiendo sus palabras, un 'guerrero de la luz', alguien capaz de superar las dificultades?
-Creo que sí. El verdadero ser humano, el que está vivo -porque hay gente que respira pero está muerta-, es el que está comprometido con una idea, entusiasmado por un proyecto. Aquí lo he encontrado en la gente que está trabajando en la catedral de Santa María. Para ser un ser humano hay que estar comprometido con la vida.
Entrevista completa:«El amor te puede llevar al paraíso y al infierno en unos segundos»
-Sus libros, donde subyace la espiritualidad, son leídos por millones, pero luego en la calle se ve a personas que sólo aspiran a ganar más, consumir en mayor cantidad, triunfar... ¿No es una contradicción?
-No escribo exactamente sobre espiritualidad, sino sobre el ser humano. Puedo escribir sobre la prostitución, en Once minutos; sobre un escritor, en El Zahir; una leyenda, como en El alquimista; o la locura, como en Veronika decide morir... Escribo sobre las cuestiones humanas, y no sobre las respuestas a estas cuestiones. Yo no soy quién para juzgar a las personas. Cuando escribo lo hago para cambiarme a mí mismo. La manera en que un libro toca a una persona es distinta a como lo hace con otra. El poder del libro es que el lector está convocado a utilizar su propia imaginación para llenar los espacios vacíos. No intento dar respuestas, sino hacer buenas preguntas.
Una nueva percepción
-¿Qué sitio hay en la sociedad actual para la intuición, para la magia, para todo aquello que no es lo más prosaico de la vida?
- Muy grande, cada vez más grande. Magia, no lo sé; pero sí mucha intuición , una nueva percepción del mundo que lleva a valorar lo que se debe valorar (la amistad, el tiempo, el espacio, el sitio donde estás, la naturaleza, las cosas simples de vida) y a la vez saber que la tecnología ayuda muchísimo a llenar algunas cosas. Hay mucho espacio si uno tiene los ojos abiertos, y poco si uno cree que ya lo sabe todo, que todo está arreglado. Esto último es una tontería porque nadie sabe lo que le va a pasar mañana.
-¿Sería su obra como es si durante la primera etapa de su vida no hubiese desempeñado oficios muy diversos y vivido aventuras y experiencias al límite?
-Ya lo decía Ortega, 'yo soy yo y mi circunstancia'. No viví otra cosa, así que no lo sé. Yo siempre tuve la idea de vivir intensamente, con conciencia de la muerte, de que puedo morir mañana...
-Usted se ha convertido para muchos lectores en algo más que un novelista o un escritor. Es también casi como un guía . ¿Siente una responsabilidad especial por ello?
-Yo no sé si hay gente que me ve así, como usted dice. Ahora bien, todos tenemos una responsabilidad. La mía es poner lo mejor de mí mismo en mis libros y a partir de ahí, ni puedo ni quiero ni debo controlar la manera en que cada lector interpreta lo que digo en ellos. Eso sería un error.
-¿El viaje siempre es más importante que el destino?
-El destino es importante. Siempre hay que saber adónde se va. Si se hace el camino de Santiago hay que saber dónde está Santiago. Ese conocimiento ayuda a organizar el camino, pero es el viaje lo que se disfruta. Cuando llegas, estás cansado y ya se ha terminado el recorrido. Hay que saber combinar el rigor, que está representado por conocer el destino, con la pasión, que es el camino, la alegría.
-¿Para merecer el título de persona, de ser humano, hay que ser, siguiendo sus palabras, un 'guerrero de la luz', alguien capaz de superar las dificultades?
-Creo que sí. El verdadero ser humano, el que está vivo -porque hay gente que respira pero está muerta-, es el que está comprometido con una idea, entusiasmado por un proyecto. Aquí lo he encontrado en la gente que está trabajando en la catedral de Santa María. Para ser un ser humano hay que estar comprometido con la vida.
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