San Xulián de Moraime
El conjunto parroquial de San Xulián de Moraime, una joya del románico rural en el Camiño de Santiago a Muxía, avanza en su recorrido hacia la destrucción. El lamentable estado de conservación de la iglesia, la casa rectoral, el cruceiro y los cabazos, abandonados a su suerte desde hace años, parece pasar inadvertido para la propia Iglesia y para las Administraciones encargadas de velar por la conservación del patrimonio histórico-artístico.
La última intervención se realizó en el 2001, pero no pasó del acondicionamiento del entorno de la iglesia. En el interior, las cosas no sólo no mejoraron, sino que fueron a peor. La que bien podría ser la catedral en miniatura de la Costa da Morte -en la que, de hecho, se repiten esquemas constructivos de la de Santiago - perdió sus coloristas vidrieras y no logró salvar un ciclo de pinturas de finales del siglo XVI que representan los siete pecados capitales y la muerte, como si de un catecismo mural se tratase, y que cada vez resulta más difícil apreciar en los gruesos muros de piedra.
Ovejas y cabras campan a sus anchas por el conjunto parroquial de Moraime, en el que, salvo a las horas de las misas, una mujer de 71 años es prácticamente la única moradora del lugar. Ella se encarga de los animales, de cuidar lo poco que puede en un edificio como la rectoral, en estado ruinoso, y de hacer de guía al visitante.
Moraime:
La última intervención se realizó en el 2001, pero no pasó del acondicionamiento del entorno de la iglesia. En el interior, las cosas no sólo no mejoraron, sino que fueron a peor. La que bien podría ser la catedral en miniatura de la Costa da Morte -en la que, de hecho, se repiten esquemas constructivos de la de Santiago - perdió sus coloristas vidrieras y no logró salvar un ciclo de pinturas de finales del siglo XVI que representan los siete pecados capitales y la muerte, como si de un catecismo mural se tratase, y que cada vez resulta más difícil apreciar en los gruesos muros de piedra.
Ovejas y cabras campan a sus anchas por el conjunto parroquial de Moraime, en el que, salvo a las horas de las misas, una mujer de 71 años es prácticamente la única moradora del lugar. Ella se encarga de los animales, de cuidar lo poco que puede en un edificio como la rectoral, en estado ruinoso, y de hacer de guía al visitante.
Moraime:
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